Creo que no me hallo en mi sano juicio: es viernes por la tarde de un precioso, luminoso aunque algo ventoso día del primaveral abril en Sevilla. Es cierto que tengo trabajo de por medio, un "leve" (lo llamaré así para sentirme segura y no comenzar a panicar antes de tiempo, que para el miércoles aún queda muchísimo -já!-) examen de lingua latina y Cultura Clásica y ese tipo de cosas que hacen los universitarios en períodos de entre exámenes. Es cierto que, como he dicho, hace bastante viento y al sol hace ya un bochorno más que considerable. También es cierto que tengo un fin de semana para leerme íntegramente la apuléyica obra denominada Las Metamorfosis o El asno de oro (también renombrada por una servidora como El Borrico Áureo, nombre mucho más bonito, comercial y atractivo, sin lugar a dudas).
No obstante, ninguna de esas posibles objeciones deberían haberme detenido de vaguear de manera manifiesta. Aún así, hoy, estoy en la biblioteca de la Universidad escribiendo un bonito texto acerca de La Odisea y contemplando las maravillas del buen tiempo a través de un inmenso ventanal: el bailes de las hojas de los eucaliptos, el límpido cielo azul, el contoneo de las margaritas entre la alta hierba y la tibia luz solar que templa el césped sobre el que podría debería yacer ahora mismo (no podéis negarme la calidad de la vena poética que a veces me sale).
Sé que esto es un ADV (asco de vida, para los que no lo identifiquen), pero es lo que hay cuando una se levanta con cargo de conciencia y la vena responsable, tras unas vacaciones prolongadas voluntariamente y dos días de vagancia intensiva, en los que se incluyen actividades tan poco fructíferas como el visionado de todos los capítulos de Lost atrasados (¡Dios salve a Desmond Hume por arreglar con el 6x11 toda la -hasta ahora- aburrida temporada final!), la visita al Starbucks en pos de merendar deliciosas muffins de arándanos o la adquisición de complementos poco funcionales pero inmensamente adorables (¡Gracias, Oysho, por ese mi precioso canotier como el del barquero de Monet de ahí arriba!).
Y con esto, me despido y vuelvo a la tarde de estudiante modelo (y harto empollona, para qué negarlo, esto es o de empollón o de empollón) que he decidido tener en el día de hoy, sacrificándome por Homero, la Cultura Clásica, la lingua latina y esas cosas. Esperemos que mi "grandísimo" esfuerzo sea recompensado con un examen más que aprobado el mercoledi.
Ale, sed felices y no hagáis el imbécil como yo y disfrutad de las tardes de primavera que se presenten antes de que el calor impida salir a la calle e implique derretirse.
2 comments:
Jaja me muero contigo! En mi Oysho no tienen canotiers (es que Oviedo no es Sevilla... no está la cosa como para sombreros veraniegos.) Pero acosaré a las dependientas hasta que los traigan.
Jajajaja madreee cómo están las cabezas...
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